Negar la evidencia

por ceferinomenendez

Circulan en los últimos días por internet unas fotografías atribuidas a un consejero de un Gobierno autonómico del Partido Popular en las que el repúblico en cuestión -todo indica que al final de una partida de caza- se supone que posa con un singular tocado consistente en los cojones de un ciervo.

Con independencia de que puedan ser consideradas como de un pésimo gusto, siendo, como parecen, fotografías tomadas en un ámbito estrictamente privado con un propósito por completo ajeno a su publicidad, su difusión, antes que a cualquier otra cosa, invita a denunciar la, a mi entender, injustificable intromisión en la intimidad que implica, y no digamos ya si, además, se hace uso de esas imágenes, como así sucede, para emplearlas como arma arrojadiza contra su protagonista.

No es éste el primer caso -ni, por desgracia, será el último- en el que, abusando de la confianza de un cargo público, salen a la luz escenas de su ámbito estrictamente privado sin su consentimiento. Sin ir más lejos, no hace tanto que adquirió notoriedad el vídeo de la concejala socialista de localidad manchega de Los Yébenes, supuesto de mayor gravedad, atendiendo a las características de las imágenes divulgadas, pero de idéntica catadura en lo sustancial.

La tan necesaria como oportuna consideración sobre el deber de prudencia de quien, por su relevancia pública, está sujeto a una cautela especial en su conducta, en modo alguno puede servir de excusa o justificación a unas prácticas que, en tanto en cuanto suponen violentar el sagrado recinto de la intimidad, denotan un repugnante regusto totalitario.

Nada que ver, obvio es decirlo, este tipo de actuaciones con el hecho de que se informe de que un repúblico en ejercicio, sea activo o en la sombra, pueda ser titular, directo o indirecto, de cuentas bancarias en paraísos fiscales y, mucho menos aún, si los saldos de esas cuentas pudieran haberse nutrido de actividades vinculadas a la corrupción. Ahora bien, si las informaciones en cuestión proceden de informes policiales a disposición del Gobierno y los implicados militan en partidos políticos cuyos intereses divergen, coyuntural o consustancialmente, de los del partido que sustenta al Ejecutivo, el regusto totalitario resulta tan repugnante como en el caso anterior, aunque por distintas razones. Y negarlo es, sencillamente, negar la evidencia.

PS: Si desafortunado fue el sobreactuado comentario, que también circula por internet, de Arturo Fernández en relación con la supuesta fealdad de quienes acuden a las manifestaciones, la actitud del coro de hienas -invidente de diseño incluido- que le carcajearon la gracieta se descalifica por sí misma.

La Nueva España de Gijón 22-11-2012